Leer La Vanguardia ha sido hoy desolador. Todos los periodistas, articulistas y opinadores atacando en bloque al 15M, y de lo que se está cociendo en el Parlament, el mayor recorte social en treinta años de democracia, ni una palabra. Ni una.

Una jugada maestra en que los violentos han caido como tontos. Por un lado se desprestigia una alternativa política peligrosa para el poder político y económico, y por otro se la meten doblada al ciudadano catalán mientras está despistado. No recuerdo que CIU dijera una palabra de recortes sociales en su campaña, pero resulta que como han ganado las elecciones ya no se admiten quejas, ni siquiera de quién les votó.

Pero, al fin y al cabo, por muy desprestigiado que esté el movimiento 15M los deshaucios continuarán, la gente seguirá en paro, se cerrarán quirófanos y los colegios no tendrán ni para calefacción. Mientras tanto seguirán las ayudas a los bancos. Más impuestos y menos prestaciones sociales para todos. Sueldos a la baja. ¿Creen los políticos que la gente dejará de protestar porque el 15M está desprestigiado?

Quién sabe, a lo mejor si. Hay mucha gente que con sólo leer la sección de deportes cree saber muy bien quienes son los del 15M y qué reivindican: perroflautas antisistema que quieren que vivamos como hippies. Si se molestaran en echar un vistazo a su web se darian cuenta que en el fondo lo que quieren es todo lo contrario: tener un pisito, un buen trabajito y dinero para gastar. Es decir, seguir como antes de la crisis. Claro que los de extrema izquierda se han apuntado al sarao a pedir sus cosas, qué le vamos a hacer, pero ni ese es el origen del 15M ni esos son sus objetivos.

El 15M nació de la unión de varios grupos: No Les votes, Juventud Sin Futuro, Democracia Real Ya, Afectados Por La Hipoteca y algunos más. Todos formados por gente de clase media que veia como se estaban comiendo la crisis a palo seco mientras los politicos se dedicaban a robar o a favorecer los poderes económicos. Poner un papelito cada cuatro años en una urna ya no basta. Algo hay que hacer. Lanzar piedras sólo servirá para que los hooligans de turno se desfoguen y los políticos se froten las manos.